Si la consigna fuera contar de qué van los
relatos que componen 7 historias, el
reciente libro de Luis “Tunda” Prada, una primera conclusión podría ser que, expuestos
oralmente o con pocas palabras, no son gran cosa.
Veamos.
Está la historia de una chica que ve un
OVNI; está la de un robo de billetera a un turista durante el Desfile de
Llamadas; la del destino de un ona durante la conquista de la Patagonia; la de
un encuentro posible con charrúas; la de un hombre que pierde a su esposa y
unos hijos que pierden a su madre; la de un chico que le compra huevos a un
viejo solitario y, finalmente, la de un muerto que regresa. Pareciera poco; los
finales (con una única excepción) no dan vueltas de tuerca realmente interesantes
y lo contado muchas veces parece quedarse en el lugar común o el cliché. Si
bien todas las historias podrían generar, en tanto puntos de partida, cuentos
cuyo valor esté dado por el tratamiento, el espesor literario, digamos, el
hecho de que el libro de Tunda sea de historieta reclama notoriamente otro
abordaje.
Y, por suerte, lo encuentra.
Si las historias que lo componen parecen
poco interesantes desde el punto de vista narrativo, es por otro lado que pasa
el valor de 7 historias. Hacer
justicia a las sutilezas del arte de Tunda reclama sin lugar a dudas a un
reseñista con mayor y mejor conocimiento de dibujo y plástica que quien firma
estas líneas, pero la calidad del trabajo es tan notoria que esa primera
impresión de inanidad de los asuntos narrados queda completamente avasallada
por la belleza de las viñetas. Los relatos, entonces, se vuelven pequeñas
maravillas que sólo podrían existir en la historieta; contadas oralmente, como decía
más arriba, valen poco y nada: narradas en cuadritos, en secuencia, se vuelven
hermosas. Tunda, entonces, logra movilizar lo específico del lenguaje
historietístico, logra, en suma, armar un libro que es brillante precisamente
en tanto historieta o porque es historieta.
Esa última afirmación debería traducirse en
un análisis pormenorizado de la narración visual de Tunda, de la composición de
las viñetas, del uso del color y de la expresividad de sus trazos. En cualquier
caso, una segunda impresión o una lectura más atenta (de un libro que invita a
la relectura, que incluso la demanda) puede centrarse en la cuidada manera en
que las siete historias son diferentes en estilo o en coordenadas de
representación. Los trazos más esquemáticos o abstractos de “Gruta”, quinta de
las historias, contrastan notoriamente con la riqueza cromática y figurativa de
“Las piedras de la estaca de Bares” o “Panspermia”, tercera y cuarta
respectivamente; del mismo modo, el tratamiento más visceral de “Siaskel”, la
sexta historia, se aparece muy diferente a la caricaturización más humorística
(y terrible) de los personajes de “Carnevale”, la última. Son siete estrategias
visuales diferentes pero, a la vez, también está, sumamente visible, lo que
cabría llamar el estilo de Tunda, por encima de las diferencias. Ese cuidado
equilibrio entre la homogeneidad y la heterogeneidad apunta a un trabajo sobre
la esencia, el clima, la idea o las emociones detrás de las historias, y la
conclusión del lector termina siendo que Tunda eligió con cuidado las pautas o
coordenadas de su arte según de qué
trataba en el fondo o a qué debía apuntar la historia en cuestión. El
resultado, entonces, es de una solidez inusitada.
En cualquier caso, no es del todo cierto
que las historias cuenten poco. Incluso aceptando que su valor está en las
modulaciones del lenguaje historietístico, historias como “Panspermia” y
“Gruta” apuntan a un contenido narrativo no carente de interés e incluso con
resonancias humorísticas. El título de “Panspermia”, de hecho, que alude a la teoría propuesta por Svante
Arrhenius en 1903 para señalar que la vida pudo originarse en el espacio y luego
“colonizar” nuestro planeta, permite resignificar lo narrado en esa historia y
apreciarla en una revelada complejidad.
Es interesante que el libro se titule Siete historias, justamente cuando la historieta es mucho más importante en
sus páginas que las historias
narradas. Pero, partiendo de esa idea, pronto queda claro que el juego
propuesto por el libro implica entenderlas como anécdotas o “historias” en el
sentido concreto de “algo que una persona le cuenta a otra”. Tunda aporta
breves textos a modo de epílogo a cada uno de los relatos, precisando su origen
o los caminos por los que llegaron a su vida; así, la necesidad de vueltas de
tuerca o finales “interesantes”, queda de alguna manera relativizada y se
construye un personaje por encima de las siete historias, un perfil del autor
como figura a la que confluyen determinadas narraciones en el orden de su vida.
7
historias aparece en un momento del comic nacional
en que las propuestas editoriales más exitosas parecen uniformizar el panorama
a libros armados en las coordenadas de una apuesta por lo estrictamente
narrativo, por cierto rechazo a la experimentación y un visible trabajo sobre
la comunicación más directa con los lectores. Acaso esa opción se desprenda de
la orientación hacia una actitud más profesional o “editorial” por parte de los
principales actores de la escena historietística local (Rodolfo Santullo, Pablo
“Roy” Leguisamo, Nicolás Peruzzo, Martín “MaGnUs” Pérez, por nombrar a las
cabezas de los proyectos editoriales más sólidos del momento), que buscaron,
atinadamente, establecerse como opciones viables y consistentes de producción
de historieta; a la vez, cabe extrañar actitudes más desafiantes,
experimentales o incluso contraculturales, del tipo que era fácil encontrar,
por ejemplo, durante la década de 1980 y parte de la siguiente. La salud de la
historieta uruguaya, entonces, seguramente pasa por incorporar ambas actitudes
y encares, y, de hecho, en 2014 empezaron a verse ciertas aperturas en ese
sentido. El libro Palabra, de
Sebastián Santana, es un claro ejemplo de una historieta –publicada, es
importante señalar, por la editorial Belerofonte, de Rodolfo Santullo, que si
bien en su línea editorial marca una preferencia por las narraciones sólidas,
se permitió apostar por un libro que no pertenece a esas coordenadas– pensada
desde un lugar más difícil, más riesgoso. Del mismo modo la aparición de 7 historias enriquece
y complejiza la escena historietística con su propuesta, quizá no tan radical
como la de Santana pero indudablemente más cercana a la plástica y a cierto
trabajo sobre lo específico de la historieta que, por ejemplo, libros cuyo valor pasa más por la trama bien
construida. Que sean publicados trabajos como este bellísimo volumen de Tunda
es, entonces, una excelente noticia para la historieta nacional. Y,
evidentemente, una fuente de placer para los lectores.
Publicada en La Diaria el 20 de enero de 2015
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