jueves, 22 de enero de 2015

Mocha Dick, Francisco Ortega y Gonzalo Martínez


No voy a repetir acá que considero a Moby Dick la novela más grande jamás escrita (bueno, sí, la literatura no es un certámen, pero no puedo evitar pensar que la de Melville, el Tristram Shandy, 2666, Ulises, En busca del tiempo perdido, el ineludible Quijote y alguna más que se me escapa ahora, son realmente el no-va-más del arte novelístico:  novelas totales, libros donde parece encontrarse al universo reunido, en escala, como si fuesen verdaderos alephs), que la leí de verdad hace poco y que esa experiencia de lectura reformateó muchas cosas que pienso (y hago o quiero hacer) de la literatura, en fin... todo eso. Lo que sí me importa como manera de comenzar esta lectura de Mocha Dick, la impresionante novela gráfica de los chilenos Francisco Ortega y Gonzalo Martínez, es meterme un poco más en esa lectura del clásico de Melville, ya se verá por qué.
 
De hecho, me interesan ante todo algunas de las fuentes del gran escritor estadounidense, que basó su novela no sólo en su propia experiencia como ballenero (a bordo del buque Acushnet), sino también (quizá podríamos decir que especialmente) en crónicas y relatos, es decir no en "la vida" sino en "otros textos".
 
Uno de estos relatos fue el del hundimiento del barco ballenero Essex, en 1820, por acción de un cachalote enfurecido (los cachalotes son bastante pacíficos, por los que estos relatos de bestias violentas resultan ser muy singulares y llamativos), y otro el de la ballena albina "Mocha Dick", escrito por un periodista también estadounidense llamado Jeremiah Reynolds. Esta crónica fue publicada en 1839 y titulada Mocha Dick or the white whale of the Pacific, pero Reynolds, que defendía la hipótesis de la Tierra Hueca, también escribió un texto titulado Address, on the Subject of a Surveying and Exploring Expedition to the Pacific Ocean and South Seas (New York, 1836) first given to the House of Representatives on April 2, 1836, que fue eventualmente reseñado por Edgar Allan Poe. Después, agunas de las ideas centrales del texto de Reynolds aparecieron en la escritura de La Narrativa de Arthur Gordon Pym, sin lugar a dudas una de las obras fundamentales de Poe.
 
Y quiero detenerme un momentito en esto. Tenemos Moby Dick y la Narrativa. Se trata de dos textos fundamentales para la literatura que vino después, en particular la del siglo XX. Moby Dick como gran ejemplo de la "novela total" (la que décadas más tarde intentarían Pynchon o Foster Wallace o Roberto Bolaño), y no deja de parecerme maravilloso que ambos tengan un ancestro tan notorio en la obra de un periodista estadounidense relativamente oscuro. Sin La narrativa... no habría Lovecraft, y sin Lovecraft la obra de docenas de escritores de fantasía, terror y ciencia ficción (empezando por Bloch y Bradbury) habría sido completamente distinta.
 
En cualquier caso, hay más fuentes en Moby Dick, y el propio Melville las detalla en alguno de los tantos capítulos "enciclopédicos" donde el tímido y sensible Ismael del principio deja paso a un increíble archivo de la experiencia humana, casi a una computadora viviente. Mocha Dick, sin embargo, no es mencionada (junto a otras ballenas que Melville cita por sus nombres); y esa ausencia es indudablemente singificativa, legible.

Leer la ballena
Interpretar Moby Dick (y acá voy a entender por "interpretar" algo así como poner en evidencia un significado no dicho literalmente o expresamente en el libro en cuestión pero que se desprende de la relación entre lo narrado y el modo de narrarlo y las ideas que juegan en el texto) es una tarea, me parece, destinada al fracaso. El libro es inmenso y no sólo incluye innumerables ideas y puntos de vista sino que, aquí y allá (el capítulo "La blancura de la ballena", por ejemplo) se lee e interpreta a sí mismo; hay algo, entonces, básicamente inalcanzable o inabarcable en la gran novela de Melville y, acaso, en todos los grandes textos de la historia de la literatura. Sin embargo, podemos, creo, jugar a armar modelos a escala y ponerlos a dialogar. Así, uno de los momentos más terribles de Moby Dick es el que recoge un parlamento de Ahab sobre la ballena perseguida. Cito la traducción de Enrique Pezzoni publicada por Debolsillo. A Ahab se le señala que vengarse de un animal es una tarea inútil e incluso "blasfema"; contesta el capitán:

Óyeme una vez más, te daré la explicación más profunda. Todos los objetos visibles, amigo, no son sino máscaras de cartón. Pero en cada acontecimiento, en el acto vivo, en la acción resuelta, algo desconocido pero siempre razonable proyecta sus rasgos tras la máscara que no razona. ¡Y si el hombre quiere golpear, ha de golpear sobre la máscara! ¿Cómo puede salir el prisionero, si no atraviesa el muro? Para mí, la ballena blanca es ese muro que me aprisiona. A veces pienso que no hay nada más allá de él. Pero es bastante para mí. Me obsesiona, me desborda. Veo en la ballena una fuerza atroz poseída de una perversidad inescrutable. Ese algo inescrutable es lo que odio por encima de todo: sea la ballena blanca el mero agente, sea la ballena blanca el amo ordenador, contra ella descargaré mi odio. No me hables de impiedad, amigo, ¡abofetearía al sol si me insultara! (pp.216-217)
Podríamos hablar durante cientos de páginas de este párrafo, incluso de apenas su comienzo y su apelación a una "explicación más profunda". Pero me interesa sobre todo la idea platónica de las máscaras y la idea del "algo inescrutable" detrás.

La otra ballena
¿Y qué pasa con Mocha Dick, la novela gráfica de la que quiero hablar? Para empezar (después de agradecer a Rodolfo Santullo por habérmela prestado: la busqué en Buenos Aires y en ninguna de las comiquerías que visité, lamentable y vergonzosamente, tenían asi fuera la menor idea de qué les estaba pidiendo), diré que no hay en la historieta uruguaya un libro como este, al menos en cuanto a ambición y a valentía. Lo más cercano que puedo pensar es  quizá Dengue, de Santullo y Bergara, aunque sus objetivos y coordenadas son diferentes, a la vez que logra, también, dar cuenta de un amplio mundo ficcional que se expande en el lector después de terminada la lectura.
 
Además, Mocha Dick, como la novela de Melville (de la que podríamos pensar que la obra de Ortega y Martínez es también una variación), logra generar esa pluralidad de lecturas e "interpretaciones". Y un aspecto que me interesa particularmente es, justo, el de ciertas diferencias entre Mocha Dick Moby Dick (los libros, no las ballenas).
 
En la novela gráfica (que podríamos ver también como otra de las descendientes del texto de Reynolds), entonces, el monstruo no es tanto esa encarnación de uuna "fuerza atroz poseída de una perversidad inescrutable"; quizá en tiempos de Melville (si bien hay un capítulo de su novela donde la cuestión de la posible desaparición de los cetáceos es abordada... así sea para concluir que nunca sucederá, lo cual quizá era más fácil de pensar en una época previa a los arpones-granada y otros horribles "avances" en la caza de las ballenas) era más fácil o políticamente correcto (o políticamente neutro, si es que existe tal concepto) presentar con los atributos del monstruo a una ballena. Hoy las vemos de otra manera, yo desde luego incluido, como las víctimas que indudablemente son, incluso como animales esencialmente "nobles" (hay, evidentemente, una importante humanización de seres que no son humanos), a la vez que, con muchísimos argumentos a favor, se sostiene la posibilidad de su autoconciencia, de su inteligencia e, incluso, de la posibilida de considerarlos "personas no humanas" y por tanto sujetos de derechos (yo firmo con entusiasmo cualquier petición o manifiesto al respecto). Pero no era así como se las veía en el siglo XIX. Me resulta por supuesto imposible decir "cómo las veía Melville", pero está claro que su perspectiva sólo puede presentarse como análoga a (o compatible con) la nuestra si tenemos ganas de que así sea y ejerzamos ese acto de lectura concreto y no otro de tantos posibles. Es cierto, sí, que si en Moby Dick sentimos algo de piedad por las ballenas es porque Melville definivitamente presenta a los humanos que la cazan como unas bestias despiadas. ¿O no es tan así? Melville, de hecho, se esfuerza por defender la "noble" profesión ballenera con razones muy de corte moderno: gracias a los productos derivados del cachalote (grasa, espermaceti, ambar gris) es que nuestra civilización ha avanzado y avanza. Pero hay, claro, algo que mueve a la piedad en sus descripciones del horrible trabajo sobre las ballenas. En todo caso, nos queda más o menos claro que Ahab está loco y que ha llevado a la ruina a su tripulación gracias a su obsesión con un animal, y que, en última instancia, la ballena blanca de su novela, quizá también un poco loca (o bastante), es una víctima de la violencia humana, que la deformó y la arruinó, y, en rigor, lo que hace o intenta hacer esta ballena es defenderse. Después de tantos años de persecución, su mejor defensa es siempre un buen ataque. Y -por suerte para ella- está capacidada para hacerlo.
 
Eso no sucede en Mocha Dick. Escrita después del cambio en cómo percibimos a las ballenas, la novela gráfica de Ortega y Martínez espiritualiza al cetáceo apelando a una leyenda mapuche, la del Trempulcahue (comentada en el interesantísimo glosario que complementa a la historieta), de modo que Mocha, la ballena albina, acompaña a los espíritus de los guerreros al más allá. "Eso", entonces, es lo que aguarda detrás de la máscara: una cosmovisión ajena a occidente y a Europa, propia de los perseguidos mapuches, que resultan "tan víctimas" de Europa como las ballenas. Quizá esa operación, central al libro o a mi lectura del mismo, es parte del giro que sus autores proponen en relación al modelo insoslayable que es la novela de Melville. Su mutación, digamos.
 
Así, la ballena blanca en Mocha Dick es un avatar de la divinidad o una entidad cuidadosamente inserta en la economía espiritual del mundo. No es, entonces, el monstruo incongnoscible de Melville sino otra cosa, más cercano a lo sublime y a lo familiar, aunque no para "nuestra" cultura (salvo, claro, que lo leamos desde un intento de fundirnos, en tanto latinoamericanos, con los mapuches; pero ese propósito politico, para nada deleznable, trasciende esta lectura que me interesa construir ahora). En el contexto de la novela gráfica, si la ballena se opone a los balleneros con aparente "crueldad" es porque estos humanos despiadados están destruyendo el delicado balance de la creación, matando cachoros y madres (cosa que queda bastante subrayada en la historieta). Así, la ballena blanca es la guardiana de un orden de cosas, un estado del universo que, quizá, empieza a perderse ya en los tiempos en los que está instalada la acción. Repito: la guardiana de un orden de cosas -vinculado a una doctrina, a una espiritualidad que da nombre a las cosas del mundo y las ordena según una razón "natural", a una gnosis de lo divino- y no un signo de la nada detrás de las apariencias.
 
Si en Moby Dick no entendemos en última instancia qué pasa "detrás" de la ballena albina, del monstruo, y si descubrimos que el intento de acceder a ese "detrás" mediante la destrucción y el odio, como hizo Ahab, sólo conduce a la destrucción (al final solo se salvan el narrador Ismael y la ballena), en Mocha Dick, por el contrario, asistimos al engranaje de otro grado de certezas. Si la novela de Melville construye el vértigo de movernos como podemos, a ciegas en un universo incognoscible, la novela gráfica de Ortega y Martínez proponen al mito como columna vertebral de la realidad. Que Moby Dick pertenezca a la larga tradición moderna en su momento central y que Mocha Dick aparezca después de ese pequeño "después" (o después del fin de la historia) que se dio en llamar posmodernidad, cuando la religión o la religiosidad empiezan a adquirir nuevos significados y cuando el viejo vacío de los modernos (de Rimbaud, de Mallarmé) ya no nos satisface como respuesta, evidentemente aporta a las múltiples lecturas que podemos hacer de ambos libros, que así aparecen como dos variantes sobre el tema de los límites de lo humano y de qué entendemos realmente por naturaleza.

Mocha Dick es un apasionante relato de aventuras, igual que Moby Dick, pero también, como su ilustre predecesor, se acerca a esa manera de trabajar las interrogantes que hace a todas las grandes narrativas, no importa ahora si novelas o novelas gráficas.
 
Dicho de otro modo: pensemos en Bloom y su angustia de las influencias, en el célebre concepto del "agón", por ejemplo el de Joyce con Shakespeare; Mocha Dick es un texto que, desde su título, incluso

desde su portada, se acerca a un libro como pocos, a uno de los verdaderamente grandes. No sé de un mejor elogio que hacer a sus autores que decir que las 142 páginas de su novela gráfica no salen mal paradas de esa lucha, de esa comparación, de esa expedición ballenera.

3 comentarios:

  1. Hola. Nos acabamos de encontrar con este comentario a nuestra novela gráfica y agradecemos profundamente la generosidad de tus palabra. Nos sentimos muy honrados. Un abrazo desde Santiago de Chile.

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